sábado, 16 de mayo de 2020

“Más que enfocarnos en reactivar el petróleo, creo que es importante preguntarnos hoy qué otras actividades orientadas a la exportación se pueden desarrollar en Venezuela”



Fotografia: Prof. Santiago Olalquiaga (Economista). 

“Más que enfocarnos en reactivar el petróleo, creo que es importante preguntarnos hoy qué otras actividades orientadas a la exportación se pueden desarrollar en Venezuela”

ENTREVISTA a SANTIAGO OLALQUIAGA
Los Que Mueven El Mundo

Por Rogelio Guevara Cantillo

Una Venezuela en crisis. Pareciera una crisis de nunca acabar. En días recientes, el director para el hemisferio occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI), Alejandro Werner, brindaba sus opiniones sobre la crítica situación en Venezuela. Werner opinó: “El caso de Venezuela no es una década perdida, es una década de retroceso gigantesco. Lo que ha ocurrido en Venezuela es un desastre macroeconómico y social que nunca se había visto en la región”. Son tiempos muy difíciles para Venezuela y el futuro cercano no pinta nada esperanzador. Los países y en especial sus economías, avanzan en la medida en que las políticas públicas del Estado son consecuentes en desplegar y permitir desarrollar el aparato productivo.   Santiago Olalquiaga es un economista venezolano de la Universidad Metropolitana. Ha trabajado como analista macroeconómico y actualmente enseña macroeconomía en su alma mater. He aquí sus análisis y perspectivas sobre la economía de su país.

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LQMEM: ¿Qué políticas económicas deben comenzar a aplicarse para recuperar el PIB de Venezuela en esta década? 

SO: El empobrecimiento, la precariedad y la inestabilidad que hoy sufrimos son producto de una visión política y económica fracasada. Para revertir estos enormes problemas, necesitamos una nueva visión y el camino recorrido es buena guía de lo que esa nueva visión debe ser y no ser. En primer lugar, esa nueva visión debe rebalancear la relación entre sociedad y Estado. El Estado debe abandonar el rol de productor de bienes y servicios que ha adoptado, dejarlo en manos de la sociedad y en lugar de ello, asumir el manto de regulador, dedicándose a solucionar problemas específicos y a crear oportunidades donde la sociedad, por si sola, no sea capaz de hacerlo. La sociedad a su vez, debe asumir con compromiso los retos y responsabilidades que resultarán de ese nuevo contrato social. Esa nueva visión también debe impulsar la creación de prosperidad y nunca más la repartición clientelar de riqueza fortuita. Para ello, debe promover el trabajo honesto, la colaboración, la transparencia, la creatividad e incentivar la creación y no la extracción de valor. Esa nueva visión debe sacar de la pobreza a gran parte de los venezolanos, debe crear para ellos las oportunidades de educación y trabajo necesarias para vivir vidas dignas y debe darles las herramientas para aprovechar esas oportunidades. Esa nueva visión, además debe hacer todo esto enfrentando retos inusitados: la venidera obsolescencia del petróleo como fuente principal de energía, los peligros del cambio climático, los cambios acelerados en la tecnología, y las consecuencias de todo ello sobre el trabajo, la producción, el consumo y las relaciones sociales. Sobre estas bases, esa nueva visión puede ayudarnos a dar forma a una Venezuela de oportunidades, de estabilidad y de prosperidad creciente, construida y compartida por todos.

Adoptar esa nueva visión, en este contexto, significa un universo de cambios. Los más fundamentales, quizás, son los cambios a los que debe someterse la infraestructura económica de la sociedad venezolana: para empezar, necesitamos un sistema legal equilibrado y justo, en el cual los venezolanos puedan dirimir diferencias, hacer valer contratos y más importante aún, a través del cual se garanticen los derechos de propiedad y se castigue la corrupción. Necesitamos una administración nacional que no actúe de forma predatoria, que trabaje para construir esa prosperidad, y no para destruirla. Necesitamos rehacer una parte importante de la infraestructura física del país, incluyendo las capacidades de generación eléctrica, de distribución de agua, de telecomunicaciones y de transporte. Necesitamos también darles orden a las cuentas fiscales, reestructurar la deuda externa, imposible de pagar en estas circunstancias, buscar fuentes de financiamiento de emergencia y reducir paulatinamente el financiamiento monetario del gasto público, hasta erradicar esta práctica. Para eso, por supuesto, se necesita que el Banco Central de Venezuela recupere su independencia, y se necesita un importante apoyo técnico, para entender el estado real de las cuentas de la nación y elaborar un presupuesto público factible, entre otras cosas. Esto, además sin entrar en todo lo que significa atender a la depauperada población venezolana en el doble problema de la crisis humanitaria y la pandemia global sin lo cual generar crecimiento económico sostenible es imposible. Las dos décadas de gobierno bajo una visión fracasada han convertido a los venezolanos en una sociedad hambreada, sin ingresos, sin ahorros, sin acceso a servicios básicos, sin acceso a servicios de salud y medicinas, y sin acceso al universo de oportunidades que hoy en día son normales en cualquier otro país y cualquier recuperación de la producción pasa por atender estas enormes precariedades. Sin embargo, el cambio más importante que debe materializarse para lograr todo esto y adoptar esa nueva visión es un cambio de autoridades económicas.

Las autoridades (ahora de facto) que nos han conducido hasta aquí han demostrado en muchas ocasiones que no están dispuestas a instrumentar los cambios necesarios. Adicionalmente, ni los venezolanos, ni la comunidad internacional (de la cual va a tener que salir una parte de los recursos necesarios para empezar el camino hacia la estabilidad y la prosperidad) confían ya en estas autoridades. Por eso, la aplicación de cualquier política económica con la cual se busque recuperar la producción de Venezuela en esta década es un segundo paso; el primer paso, sin el cual generar crecimiento económico es imposible, es un cambio de autoridades. Sin eso, es difícil imaginar el éxito de cualquier política, sea cual sea. 

LQMEM: En este entorno de hiperinflación, ¿es el Bolívar rescatable? ¿Cómo se puede recuperar? 

SO: El Bolívar, para servir como moneda, debería resguardar el valor de los ahorros en el tiempo, debería servir para hacer transacciones, y debería ser útil para cuantificar el valor de las cosas – funciones que ha venido perdiendo desde hace años, y de forma muy acelerada desde que comenzó la hiperinflación. Los venezolanos han vivido demasiados años con una moneda poco fiable que ha ido perdiendo su valor constantemente, y las autoridades han hecho su mayor esfuerzo por agudizar estos problemas. Por eso, no pienso que el Bolívar se pueda rescatar. Esto, hay que recalcar, es un problema enorme. Es un problema enorme pues, entre otras cosas, significa que estamos perdiendo dos herramientas que son fundamentales en el arsenal de cualquier sociedad que busque construir su prosperidad de forma estable y sostenible: estamos perdiendo la política monetaria como herramienta para incentivar la inversión, el consumo y el empleo y para estabilizar los ciclos económicos, y estamos perdiendo la política cambiaria como herramienta para abaratar nuestras exportaciones y ganar competitividad internacionalmente. Ambas herramientas harán falta para revertir la catástrofe económica venezolana, y no contar con ellas será un obstáculo importante. Si bien pienso que la perdida del bolívar es irreversible a corto y mediano plazo, pienso que no se trata de una condena eterna. Si se materializa un cambio de autoridades económicas, si empiezan a ejecutarse políticas económicas bajo esa nueva visión de oportunidades y prosperidad y si contamos con suerte, Venezuela podría aspirar a desdolarizarse en el futuro y a resucitar a una moneda nacional. Sin embargo, ese proceso sería lento y frágil.

“El Estado debe abandonar el rol de productor de bienes y servicios que ha adoptado, dejarlo en manos de la sociedad y en lugar de ello, asumir el manto de regulador, dedicándose a solucionar problemas específicos y a crear oportunidades donde la sociedad, por si sola, no sea capaz de hacerlo.”
Santiago Olalquiaga

LQMEM: ¿Qué perspectivas observa para este año 2020 en Venezuela con el tema COVID-19 en la economía? 

SO: El estallido de la pandemia y la respuesta de las autoridades de facto (esto es, encerrar a todo el país en sus casas sin prestar apoyo real alguno a empresas, trabajadores u hogares) sólo logran empeorar males que ya existían. De este modo, empresas que venían empequeñeciéndose y que no tienen los recursos necesarios para sobrevivir períodos largos sin ingresos acabarán de quebrar y cerrarán sus puertas. Cuando esto pase, las personas que trabajaban en esas empresas y recibían de ellas sus ingresos no encontrarán trabajos nuevos, pues todo el país estará en las mismas circunstancias. Aumentará el desempleo, caerán los ingresos, y aumentará el hambre.  

Por otro lado, mantenerse indefinidamente en sus casas es imposible para todos los venezolanos que dependen de ingresos generados día a día. Estas personas, que no tienen ahorros, tienen que decidir entre resguardarse en sus casas para evitar el contagio al costo de morir de mengua, y salir a ganar dinero, exponiéndose a si mismos y al resto de los venezolanos a un mayor contagio. Cuando deciden que la única opción viable para sobrevivir es salir a trabajar, estas personas además se enfrentan a un país detenido, en el cual producir ingresos resulta aún más difícil que antes. Por este lado, también, llegamos a menores ingresos y más hambre.

A su vez, las familias que dependen de remesas también verán caer esta fuente de ingresos: esta pandemia está azotando a todo el planeta y, así como los venezolanos en Venezuela no pueden salir a trabajar, los venezolanos que han emigrado a otros países, en muchos casos, tampoco. El desempleo está aumentando en todos lados, y venezolanos emigrados que antes de la epidemia sostenían a sus familias aquí con sus ingresos en el extranjero pueden encontrarse hoy sin trabajo y, en consecuencia, sin ingresos con los que mantener el flujo de remesas. En este sentido, trabajadores informales o en empleos poco especializados son particularmente vulnerables a quedar sin trabajo o a sufrir una caída marcada en sus ingresos – esto es, tipos de empleo frecuentemente ejercidos por inmigrantes poco calificados, como lo es una parte de la población migrante venezolana. Por este lado, entonces, los hogares venezolanos también se enfrentan a una caída de sus ingresos. Desde donde lo veas, el resultado es el mismo: mayor desempleo, menores ingresos, mayor pobreza, mayor precariedad y más hambre en Venezuela.

En otros países, los gobiernos han optado por apoyar a los hogares, a las empresas y a los trabajadores usando múltiples herramientas, como créditos de condiciones flexibles, exoneraciones fiscales, la asunción de una parte de los salarios del sector privado y la ejecución de política monetaria extraordinariamente expansiva. Las autoridades de facto en Venezuela, sin embargo, han optado por no utilizar las pocas herramientas aún a su disposición, como podría serlo una relajación significativa del requerimiento de encaje bancario. Las autoridades de facto, en todo caso, no tienen los recursos que harían falta para ejecutar las herramientas más robustas que en otros países se han aplicado, pues su principal fuente de financiamiento no inflacionario –las exportaciones petroleras– se encuentra en condiciones prácticamente inoperantes, por años de desinversión y corrupción, y por múltiples restricciones externas. Lo que esto significa es que la pandemia empeorará la caída de ingresos y hará que repunte el hambre, y las autoridades de facto son materialmente incapaces de cambiar esto. Lo que queda del 2020, entonces, no pinta nada bien.

LQMEM: ¿Qué debemos hacer como política económica para reactivar las exportaciones tanto petroleras y no petroleras?

SO: Sin lugar a dudas, incentivar las exportaciones es la ruta que necesitaremos recorrer para construir esa nueva prosperidad. Considero, sin embargo, que es fundamental hacernos una pregunta antes de discutir el cómo: ¿debemos concentrarnos en las exportaciones petroleras?

La exportación de petróleo ha sido el motor de la economía venezolana, pero se enfrenta a varios retos de ahora en adelante. En términos globales, estos incluyen el abaratamiento de fuentes alternativas de energía, el impulso desde muchos gobiernos y organizaciones no gubernamentales a frenar el consumo de combustibles fósiles y el calentamiento global, y la fuerte caída de la demanda petrolera mundial producida por la suspensión del transporte. Internamente, el reto fundamental es la destrucción de la capacidad de producción y refinación que ha resultado del despido masivo del personal técnico capacitado, de la desinversión acumulada por años, de una corrupción voraz, de distorsiones en el manejo administrativo y financiero de PDVSA, del uso de la compañía como una extensión del presupuesto del ejecutivo nacional y de su adicional dedicación a actividades incoherentes, como la importación de alimentos. Aún superando con éxito los desafíos internos de la industria y contando con una recuperación veloz de la demanda global de petróleo (ambos supuestos discutibles), el ritmo al cual podamos recuperar la exportación de petróleo probablemente resulte demasiado lento y, por el movimiento hacia energías alternativas a nivel mundial, una fuente de ingresos insostenible a mediano y largo plazo. Por esto, más que enfocarnos en reactivar el petróleo, creo que es importante preguntarnos hoy qué otras actividades orientadas a la exportación se pueden desarrollar en Venezuela. Para hacerlo hay muchas políticas posibles; la mala noticia es que no hay soluciones fáciles o rápidas.

Empezar por corregir los desbalances macroeconómicos, problemas de infraestructura y profundas deficiencias sociales que antes comentábamos constituye un primer paso fundamental. Siguiendo esto, debe construirse una evaluación robusta sobre las actividades en las que Venezuela tiene conocimientos acumulados y el potencial para competir en los mercados regionales o mundiales, y usar esta información para diseñar un plan de desarrollo sectorial bien fundamentado. Es importante hacer esto, hay que destacar, de la mano de apoyo técnico externo, para procurar que intereses clientelares no comprometan la objetividad en este proyecto. Con ese mapa en mano, puede darse financiamiento e incentivos al desarrollo de empresas en esos sectores. En este sentido, las herramientas que se pueden utilizar para dar apoyo al desarrollo sectorial son muy variadas. Esto puede empezar a abrirnos el camino hacia la exportación de productos y servicios nuevos para nosotros, hacia la generación de ingresos independientes del petróleo, y hacia nuestra inserción en los mercados y cadenas de valor regionales y globales.

Por otro lado, se necesita actualizar la ley de propiedad intelectual vigente, que tiene más de medio siglo inalterada, para amoldarla a las nuevas formas de investigación, desarrollo y actividad productiva – para abrir espacio formal a la innovación en nuevas áreas. Sin cambios de este tipo, la sociedad venezolana carecerá de un esquema operativo como para dirigir la innovación que necesita para crecer. En ese mismo sentido, es necesario fortalecer los vínculos entre las unidades locales que aún hacen investigación –como las universidades– y los sectores productivos que pueden instrumentalizar esa investigación en nuevos productos y servicios. Del mismo modo, hay que corregir todos los problemas que existen en el sistema educativo, y orientarlo a dar a los venezolanos conocimientos y habilidades que tengan valor y aplicabilidad técnica, que sean transferibles entre actividades, y que les permitan adaptarse a contextos cambiantes – pues destrezas específicas que son útiles hoy pueden dejar de serlo mañana, y hay que preparar a los trabajadores para eso.

Así como estos, hay muchos otros cambios de política que se pueden ejecutar. La mala noticia es que estos esfuerzos generan resultados lentamente. Es por eso que recibir ayuda financiera internacional es crucial a partir del momento en el que se decida dar un giro al timón – para poder transitar lo que será un largo, complicado y costoso período de ajuste. Y aquí regreso sobre mi punto inicial: para lograr esto y desarrollar nuevas exportaciones, contar con nuevas autoridades es una condición ineludible.

“Si bien pienso que la pérdida del bolívar es irreversible a corto y a mediano plazo, pienso que no se trata de una condena eterna.”
Santiago Olalquiaga

LQMEM: ¿Cómo podemos obtener fuentes de divisas no tradicionales?  

SO: En el corto plazo, los recursos en divisas tendrán que ser “tradicionales” y salir de lo que se pueda rescatar de las exportaciones petroleras, que no será mucho y de la ayuda financiera internacional, condicional a un cambio de autoridades. A mediano y largo plazo, sin embargo, las exportaciones pueden empezar a generar ingresos en sectores en los que Venezuela, ya ha tenido actividad: producción agrícola, turismo, producción industrial de materias primas, extracción de gas natural y en sectores conexos a estos que sean nuevos para nosotros. Esto, por supuesto, si se dan los cambios necesarios que ya hemos conversado: si se corrigen los problemas macroeconómicos, fiscales y de infraestructura, si se implementa un plan sólido de desarrollo, si se corrigen las carestías vinculadas a la crisis humanitaria y adicionalmente, si como sociedad contamos con suerte en la ejecución de todos esos cambios.

“Por otro lado, corregir las precariedades del sistema eléctrico será costoso y la Venezuela que decida dar el cambio tendrá muy pocos recursos y muchas necesidades. Por eso, un plan de recuperación eléctrica deberá ejecutarse con el apoyo de financiamiento externo.”
Santiago Olalquiaga

LQMEM: ¿Son las remesas una solución para la alicaída economía venezolana y sus exportaciones? 

SO: No. Las remesas son un paliativo para una población depauperada y abandonada – son gaza y adhesivo para cubrir un boquete. Son insuficientes. La solución para la economía venezolana y sus exportaciones está en hacer los cambios que venimos conversando, bajo la conducción de nuevas autoridades confiables, y apuntando a re-balancear la relación entre la sociedad y el Estado, hacia una en la cual el Estado venezolano no sea depredador. Si podemos movernos en esa dirección y, con suerte, empezamos a experimentar estabilidad y prosperidad no asignada a dedo por quienes controlan el gobierno, ahí podremos empezar a hablar de una solución para la economía venezolana.


LQMEM: ¿Cómo afectará el comercio en Venezuela con el escenario de reducción de las remesas desde el exterior por el factor COVID-19?  

SO: Las remesas van a caer a causa de la pandemia. Menos remesas significan menos dinero en manos de las familias venezolanas y, en consecuencia, menor consumo de bienes y servicios; es decir, menor actividad comercial. Esto contribuirá a que las empresas comerciales que sobreviven en Venezuela, además de las dificultades propias de la pandemia, deban enfrentarse a una demanda que va a disminuir con respecto a la que venían atendiendo, y que probablemente no se recuperará con velocidad. Estas son malas noticias para quienes viven de la comercialización, pues menor demanda significa menores ingresos y, en estas circunstancias, puede llevar a más quiebras. Esto mismo también afectará a las empresas que producen bienes y servicios para el consumo local en Venezuela, que deberán enfrentarse también a una demanda en picada.

“A mediano y largo plazo, sin embargo, las exportaciones pueden empezar a generar ingresos en sectores en los que Venezuela ya ha tenido actividad: producción agrícola, turismo, producción industrial de materias primas, extracción de gas natural y en sectores conexos a estos que sean nuevos para nosotros.”
Santiago Olalquiaga

LQMEM: ¿Venezuela puede ir recuperando su PIB en los próximos años aun sufriendo el descalabro de su Sistema Eléctrico Nacional?

SO: No. Ya el año pasado sufrimos el terrible apagón nacional, y casi todo el país continúa sufriendo apagones regularmente. El Comité de Afectados por los Apagones, que monitorea este problema, declaró hace poco que en 2019 hubo casi 87.300 fallas eléctricas en Venezuela, y que en enero y febrero de 2020 habían registrado ya cerca de 10.000. Esto significa que, aún con sectores de alta demanda energética, como la industria, operando a niveles mínimos, los venezolanos sufren un promedio de 167 apagones cada día. Cualquier recuperación de la producción nacional se traducirá a un aumento de la demanda de energía: más fábricas operando, más comercios con las luces encendidas, más demanda eléctrica en los hogares. En su estado actual, el sistema eléctrico nacional no será capaz de hacer frente a ese crecimiento de la demanda y colapsará, sumergiéndonos en una nueva gran oscuridad. Por esto, una vez las autoridades de facto sean sustituidas por personas dispuestas a dar un giro a la dirección de esta sociedad y a adoptar una nueva visión, la precariedad de nuestro sistema eléctrico es una de las áreas fundamentales que deben ser abordadas.

Recalco, por dos motivos, que para abordar este problema es necesario no sólo un cambio de dirección, sino un cambio de autoridades. Por un lado, las autoridades que mantienen el control administrativo de Venezuela han demostrado su ineptitud para solucionar este problema. Ya en 2010 Hugo Chávez decretó una emergencia nacional por el estado del servicio eléctrico, decreto que Nicolás Maduro ha reciclado una y otra vez. ¿Cómo es que hemos sufrido el mismo problema por al menos una década, y las personas a cargo no han sido capaces de solucionarlo? Hace falta una nueva administración. Por otro lado, corregir las precariedades del sistema eléctrico será costoso y la Venezuela que decida dar el cambio tendrá muy pocos recursos y muchas necesidades. Por eso, un plan de recuperación eléctrica deberá ejecutarse con el apoyo de financiamiento externo, que no está y probablemente nunca estará disponible mientras persistan las autoridades actuales. Ya lo vimos hace dos meses, cuando el Fondo Monetario Internacional negó la solicitud de las autoridades de facto por un crédito de emergencia. Lo hemos visto también en la relación con China y Rusia, aliados estratégicos de las autoridades de facto: donde antes fluían recursos, hoy sólo hay declaraciones fuertemente redactadas. Esos aliados estratégicos han presenciado la eficacia administrativa de las autoridades de facto, y es difícil creer que vayan a continuar lanzando buen dinero a un mal pagador, sobre todo con sus respectivas complejas circunstancias actuales. Por estas dos consideraciones, pienso que sólo con nuevas autoridades podremos dar sostenibilidad eléctrica a cualquier recuperación económica.

LQMEM: ¿Cómo puede el negocio del sector bancario en Venezuela sobrevivir con unas tasas hiperinflacionarias que organismos internacionales estiman para 2020 en cerca de 12.000%? 

SO: No puede. La realidad es que los bancos se han empequeñecido drásticamente, pues las operaciones de intermediación financiera son increíblemente difíciles en un entorno hiperinflacionario y, más aún, si deben enfrentarse a restricciones como límites de tasa de interés, gavetas de crédito dirigidas y requerimientos de encaje inauditos. Por esto es que desde que estalló la hiperinflación, el valor real de la cartera de créditos del sector bancario se ha desplomado. Entre diciembre de 2017 y diciembre de 2019, el valor real de esos activos cayó en un 98%, aproximadamente. Es una caída casi absoluta, ¡en escasos dos años! Por eso es que nadie puede conseguir préstamos. Esto es muy grave, pues el funcionamiento normal de un sector bancario sano y robusto es crítico para la operatividad de cualquier economía – las compañías y los hogares necesitan crédito para funcionar.

Como cualquier otro sector empresarial, la banca venezolana está operando en un entorno que se ha configurado para destruirla. La banca, así como la empresa y la sociedad venezolanas de forma más amplia, no podrá sobrevivir a menos de que haya un cambio de dirección en la política económica, y una sustitución de quienes conducen esa política. No hay coexistencia posible: para que la sociedad y las empresas venezolanas vivan, las autoridades de facto deben ser sustituidas, y los venezolanos debemos adoptar una nueva visión para reconstruir este país.



Caracas – Mayo de 2020.

Rogelio Guevara Cantillo
Periodista de Política, Economía y Negocios.
Los Que Mueven El Mundo
losquemuevenelmundo.blogspot.com





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